Aunque The Doors dejaron un legado musical eterno, su historia también está marcada por varios conflictos legales, especialmente en torno al uso del nombre de la banda tras la muerte de Jim Morrison. Uno de los episodios más sonados ocurrió en los años 2000, cuando Ray Manzarek (tecladista) y Robby Krieger (guitarrista) intentaron continuar con presentaciones bajo el nombre The Doors of the 21st Century.

El origen del conflicto

Tras la muerte de Jim Morrison en 1971, los miembros sobrevivientes de The Doors continuaron trabajando en algunos proyectos, pero con el paso de los años cada uno tomó caminos distintos. Sin embargo, a principios de los 2000, Manzarek y Krieger decidieron revivir la música de la banda, formando un nuevo grupo con el cantante Ian Astbury (de The Cult), el baterista Stewart Copeland (de The Police) —más tarde reemplazado por Ty Dennis— y el bajista Angelo Barbera. El proyecto fue bautizado como The Doors of the 21st Century.

El problema surgió cuando John Densmore, el baterista original, se opuso al uso del nombre. Según los acuerdos originales de la banda, cualquier uso del nombre The Doors debía ser aprobado por unanimidad de sus miembros. Densmore nunca autorizó el uso de ese nombre sin su consentimiento. Además, los herederos de Jim Morrison también se unieron a la demanda, argumentando que el nombre de la banda no podía usarse comercialmente sin respetar la propiedad intelectual de todos los integrantes.

El juicio y la sentencia

El caso terminó en los tribunales de Los Ángeles. Durante el proceso, salió a la luz un documento firmado por todos los miembros de la banda en 1970, donde acordaban que el nombre The Doors solo podía usarse con el consentimiento de todos.

En 2005, la corte falló a favor de John Densmore y los herederos de Morrison. El juez dictaminó que Manzarek y Krieger no podían usar el nombre The Doors de forma destacada, ni sugerir que eran «The Doors» sin especificar que se trataba de una agrupación diferente.

La sentencia también impuso sanciones económicas. Manzarek y Krieger fueron condenados a pagar alrededor de 3,2 millones de dólares en concepto de daños y costas legales. Además, se les prohibió seguir utilizando cualquier derivación destacada del nombre The Doors, como venían haciendo en las giras.

Tras el fallo, la agrupación cambió su nombre a Riders on the Storm, haciendo referencia a uno de los grandes éxitos de la banda, para poder continuar sus giras sin infringir la sentencia.

Un debate sobre el legado

Este conflicto dejó al descubierto uno de los grandes dilemas en los grupos icónicos: ¿Quién controla el legado? ¿Los músicos sobrevivientes? ¿Los herederos? ¿El espíritu de la obra original?

John Densmore ha sido muy consistente a lo largo de los años en su defensa de los principios que según él representaba Jim Morrison. De hecho, Densmore incluso publicó un libro sobre este conflicto, titulado The Doors Unhinged: Jim Morrison’s Legacy Goes on Trial, donde relata su visión del proceso y las presiones económicas que recibió para ceder el nombre.

Por su parte, tanto Krieger como Manzarek defendieron que su intención era mantener viva la música de The Doors para nuevas generaciones, aunque el tribunal entendió que eso no justificaba el uso del nombre sin el consenso de todos los propietarios de los derechos.

Un caso de estudio en la industria musical

El pleito de The Doors se ha convertido en un caso de referencia dentro de la industria musical en lo que respecta a propiedad intelectual, marcas registradas y derechos de los miembros de una banda. No solo fue un conflicto por dinero, sino por el significado y el control de un legado cultural.

El caso también demuestra la importancia de los acuerdos internos en las bandas, y cómo decisiones tomadas al principio de una carrera pueden tener repercusiones décadas después.


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