En la industria musical, el término sincronización (o sync) hace referencia al uso de una obra musical junto a una obra audiovisual. Es decir, cuando una canción se utiliza en combinación con imágenes, como en películas, series, comerciales, videojuegos, o cualquier otro tipo de contenido visual.
La palabra «sincronización» viene de la idea de sincronizar el audio (la música) con la imagen (el video).
¿Qué derechos están involucrados?
Cuando una empresa o productor audiovisual desea usar una canción, necesita obtener una licencia de sincronización. Este permiso lo otorgan los titulares de los derechos de autor de la obra musical (generalmente el compositor o su editorial).
Adicionalmente, si se va a utilizar la grabación original de un artista, también es necesario obtener la licencia del master, es decir, del titular de los derechos de la grabación (normalmente el sello discográfico).
Por lo tanto, una sincronización requiere negociar:
- Los derechos editoriales (compositor/editor)
- Los derechos fonográficos (productor fonográfico/sello)
¿Por qué es importante la sincronización?
Hoy en día, las sincronizaciones son una fuente clave de ingresos para compositores, artistas y editoras musicales. Además del pago por la licencia, una buena sincronización puede dar gran visibilidad a una canción, impulsando su popularidad en plataformas de streaming y redes sociales.
Algunos ejemplos famosos de sincronización:
- «Bohemian Rhapsody» en la película Wayne’s World
- «Where Is My Mind?» de Pixies en Fight Club
- «Don’t Stop Believin'» en Los Soprano
Un negocio en crecimiento
Con el auge de plataformas de streaming, redes sociales, anuncios digitales y videojuegos, la demanda por sincronizaciones ha crecido exponencialmente. Por eso, entender este negocio es clave para cualquier persona vinculada al mundo de la música.
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