La historia de The Doors no solo está llena de música, poesía y rebeldía, sino también de momentos clave donde los derechos de sus canciones estuvieron en el centro de la polémica. Dos casos emblemáticos ilustran las tensiones internas del grupo y sus distintas posturas sobre el uso comercial de su música: el acuerdo con Buick en 1968 y el intento de Apple Computers décadas después.
El acuerdo con Buick en 1968
En 1968, Buick, la famosa marca de automóviles estadounidense, se acercó a The Doors con una oferta millonaria. Querían usar su exitosa canción Light My Fire en un comercial para promocionar el modelo Opel. El plan incluía modificar ligeramente la letra: en lugar de «Come on baby, light my fire», el jingle diría «Come on Buick, light my fire».
La oferta era de unos 75.000 dólares de la época (una cifra considerable en los años 60). Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore, junto con el management, aceptaron el acuerdo, pero sin consultar previamente a Jim Morrison, quien en ese momento estaba de viaje en Europa.
Cuando Morrison se enteró, montó en cólera. Se sintió profundamente traicionado por sus compañeros y por la posibilidad de que su obra artística fuera utilizada con fines comerciales, algo que iba en contra de su visión contracultural. Exigió a la banda que cancelara el acuerdo. Finalmente, el spot nunca se emitió. Morrison dejó claro que no quería ver ninguna canción de The Doors usada en publicidad, una postura que marcaría a la banda durante décadas.
Este episodio creó una grieta interna que, aunque no rompió inmediatamente al grupo, mostró claramente las diferencias entre el espíritu artístico de Morrison y la visión más pragmática del resto.
El bloqueo de Apple por John Densmore
Décadas después, ya sin Morrison, se presentó otra oferta millonaria, esta vez de Apple Computers. La compañía quería utilizar la canción When the Music’s Over en una de sus campañas publicitarias a principios de los años 2000, durante el gran crecimiento de la marca con productos como el iPod y el Mac.
En ese momento, los derechos de las canciones de The Doors se manejaban por mayoría entre los miembros sobrevivientes. Robby Krieger y Ray Manzarek estaban a favor del acuerdo, seducidos por el prestigio de asociarse con Apple y los beneficios económicos. Sin embargo, John Densmore, el baterista, se opuso tajantemente.
Densmore argumentó que Jim Morrison nunca hubiera aprobado esa cesión comercial y que era su deber honrar el espíritu y los principios originales de la banda. En ese entonces, Densmore ya había asumido una postura muy firme respecto al legado ético de The Doors, enfrentándose incluso a sus antiguos compañeros en varias ocasiones por acuerdos comerciales.
Gracias a una cláusula de unanimidad en el manejo de los derechos, la negativa de Densmore bloqueó el acuerdo. Apple tuvo que buscar otros caminos musicales para sus campañas, y The Doors mantuvo su catálogo (al menos en este caso) alejado de la publicidad.
Un legado en disputa
Ambos casos muestran cómo las decisiones sobre el uso comercial de la música no solo son temas de negocios, sino también de principios artísticos y éticos. The Doors, al igual que muchas bandas de su generación, terminaron enfrentando en el tiempo esa delgada línea entre la integridad artística y las oportunidades comerciales.
Hoy, los debates que protagonizaron Morrison y Densmore siguen siendo discutidos por músicos y herederos que enfrentan dilemas similares en un mundo donde el catálogo musical se ha convertido en un activo de enorme valor económico.
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